martes, 27 de agosto de 2013

La Revolución francesa

La revolución francesa constituye uno de los acontecimientos más importantes de la historia. Además de esto tuvo, como veremos, incidencia en el Derecho Constitucional que tenemos hoy, siendo de rigor repasarla y estudiarla dentro de lo posible.

Revolucion francesa y Derecho Constitucional

- Circunstancias que desencadenaron la revolución


Durante el siglo XVIII coinciden en Francia diversas circunstancias que van a desencadenar la Revolución de 1789 o Revolución francesa.

La sociedad francesa de la época se caracterizaba por el auge de la burguesía, sobre la cual recaía mayoritariamente el peso de los impuestos. La clase media fue la principal favorecida a raíz de la expansión del comercio y de la Revolución industrial. Con el debilitamiento del régimen feudal se debilitó también el poder de la aristocracia, basado en la posesión territorial. Los aristócratas estaban exentos del pago de impuestos, pero en cualquier caso el momento previo a la Revolución francesa era el menos apropiado para una reforma de su régimen fiscal, ya que sus ingresos se habían visto drásticamente mermados y algunos nobles se vieron forzados a vender parte de sus posesiones. Una burguesía cada vez más poderosa y también una parte del campesinado tuvo acceso a la propiedad. El desequilibrio de precios y salarios acentuó la miseria de las masas y el descontento social, en el que además influían los impuestos que debían pagar para sufragar las numerosas guerras que los soberanos mantenían en Europa.

Revolucion francesa
La libertad guiando al pueblo. Los principios de la Revolución francesa fueron la mecha para la rebelión contra los autoritarismos de todo tipo. Sus ideas ejercieron una notable influencia en multitud de movimientos independentistas. La consigna "Libertad, Igualdad, Fraternidad", fueron los primeros derechos fundamentales a los que la mayor parte de la población tenía acceso.

- El Estado francés, arruinado


El déficit del Estado francés, consumido por su política militarista, había alcanzado su punto culminante. Su deuda era de cinco mil millones de libras, cuando en Francia no circulaba dinero sino por valor de dos mil millones de libras. La corriente anticlerical había sumido también en una peligrosa situación, tanto financiera como social al clero, también exento del pago de impuestos.

Para conseguir más dinero, el Rey comenzó a vender los cargos públicos, principalmente los que atañían a la administración de la justicia. No es de extrañar que quienes habían comprado el cargo por elevadas sumas, quisieran resarcirse de sus gastos, sentenciando los juicios a favor de quienes podían pagar más dinero.

Temerosos de que se convocasen Estados generales que acabarían con sus privilegios de impago de impuestos, las clases más privilegiadas (alto clero y nobleza) se aliaron con la burguesía para hacer frente al poder real, pero más tarde la burguesía plantearía unas reivindicaciones cada vez más ambiciosas. La política llevada a cabo por el rey Luis XVI no supo contener las tensiones que derivaron de esta situación.

- El desarrollo de la Revolución francesa


La Revolución francesa se desarrolló en seis etapas bien diferenciadas entre las que destacan la difusión de las ideas revolucionarias, la rebelión de las élites, la rebelión de los moderados, la revolución de los exaltados, la etapa de reacción contra el radicalismo y la exaltación de la dictadura o poder personal.

Tras la difusión de las ideas de Rousseau, con su concepto del poder como un contrato social, la necesidad de una soberanía nacional y la igualdad de los hombres, los cimientos del poder del Antiguo Régimen estaban socavados desde el punto de vista ideológico. La Ilustración había acabado con la idea de la emanación divina del poder real y cuestionado los métodos y procedimientos del poder, que debía encaminarse no al engrandecimiento del Estado, sino al bienestar del pueblo.

- La revolución de las élites y los moderados


Las clases privilegiadas solicitaron, seguras de la efectividad de su alianza, la convocatoria de Estados Generales, a lo que el Rey se negó, temeroso de la actitud belicosa de nobleza y clero. El enfrentamiento con el poder real culminó con una reacción aristocrática que produjo revueltas en diversas ciudades. Finalmente el Rey accedió a convocar los Estados Generales el 1 de mayo de 1789, acontecimiento en el que también intervendría el llamado Tercer Estado. El Tercer Estado, bajo el Antiguo Régimen, es el estado o estamento social que comprendía a aquellas personas no pertenecientes ni a la nobleza ni al clero, es decir, burgueses, artesanos y campesinos.

La aristocracia había arrastrado consigo a la burguesía en sus reivindicaciones. Ésta pretendía obtener la igualdad fiscal y política con los privilegiados. La crisis entre ambos estamentos se inició cuando el Tercero Estado pretendió implantar el voto por cabeza y no por estamento. En 1789 la lucha quedaba definitivamente abierta entre la burguesía, el bajo clero y parte de la nobleza liberal contra la Corte y el alto clero. El 15 de mayo, el abad Sieyès propone abandonar el nombre de Estado Generales y adoptar el de Asamblea Nacional. Los 580 representantes del Tercer Estado afirman la soberanía popular contra la monarquía absoluta de derecho divino. Es el primer acto de la revolución política.

Las funciones de la Asamblea Nacional serán primero constituyentes (Asamblea Constituyente) y después legislativas (Asamblea Legislativa). Dos partidos se perfilan claramente, el de los constitucionales, a favor del gobierno de una monarquía limitada por una Constitución, encabezados por Mirabeau y Lafayette y el partido girondino. Los girondinos, comandados por Brissot, Condorcet y Vergniaud deseaban el triunfo de la burguesía ilustrada y se opusieron a los progresos del igualitarismo revolucionario a partir de 1792. Su poder acabó al ser derrocada la monarquía constitucional.

- La insurrección popular


El Rey, tratando de controlar al Tercero Estado, cierra la sala donde tenían lugar las reuniones de la Asamblea Nacional. Los diputados se reunieron entonces el 20 de junio de 1789 en la sala del Jeu de Paume y juran no separarse hasta haber redactado una Constitución. Ante las medidas del Rey para detener al Tercer Estado, los campesinos y artesanos ven desvanecerse sus esperanzas de reformas. El temor de un complot aristocrático lleva a las masas a sublevarse en París y a apoderarse de la Bastilla, símbolo del absolutismo, el 14 de julio de 1789.

- La revuelta campesina


Los campesinos exigieron de sus señores la renuncia a los privilegios que el régimen feudal les otorgaba. Los Estados Generales (Convertidos en Asamblea Nacional Constituyente el 9 de julio) hacen una serie de concesiones para aplacar la revuelta la noche del 4 de agosto.

- La derrota de la realeza


El 26 de agosto se aprueba el texto de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, esbozado por Sieyès y La Fayette entre otros. El documento proclamaba la igualdad de derechos civiles, la libertad individual, y el derecho de propiedad. Confirmaba la transmisión a la nación de la soberanía y consagraba la separación de poderes. Esta declaración pone fin al Antiguo Régimen.

El régimen político que se adopta es una monarquía constitucional, que se verá marcada por las continuas tensiones entre los diferentes grupos de poder. En este contexto aparecen los sans-culottes, importante grupo revolucionario formado, sobre todo, por un gran número de pequeños comerciantes, de artesanos y de pequeños propietarios. Reivindicaban el sufragio universal y soñaban con una "república de pequeños propietarios". Es característico el gorro frigio con el que se cubrían la cabeza. Fueron los sans-culottes, cuya preponderancia es cada vez mayor, quienes precipitaron la caída de la monarquía el 10 de agosto de 1792.

Esta derrota de la monarquía se vería confirmada con la abolición de la realeza y la proclamación de la República el 21 de septiembre de 1792 y con la ejecución, el 21 de enero de 1793, de Luis XVI.

- Los jacobinos o la revolución de los exaltados


El club de los jacobinos, liderados por Robespierre, contaba entre sus filas con un buen número de diputados. Influyó mucho en la opinión pública de la época y era partidario de la democracia como régimen político. Estos radicales, entre quienes también se cuenta el médico Marat, llevan la Revolución a sus extremos, sembrando el terror entre los supuestos enemigos del nuevo orden social.

Revolucion francesa
El asesinato de Marat. Marat, médico francés, director del Comité de Salvación Pública fue asesinado por Carlota Corday. Su principal influencia tuvo lugar como cabeza visible del sector extremista de los demagogos, en los tiempos de la revolución de los exaltados.

Es en este periodo cuando se condena a muerte a Luis XVI y María Antonieta, cuando se fundan distintas instituciones encaminadas a localizar y hacer desaparecer a los más tibios: el Tribunal Criminal Extraordinario, el Comité de Salud Pública y la Ley de Sospechosos son buena muestra del talante exaltado de este periodo de radicalización, que acabó con figuras moderadas como Danton, o más revolucionarios como Hébert, además de con las vidas de un millar de nobles. Otros 16.000 huyeron por entonces de Francia.

- La vuelta a la moderación


La reacción thermidoriana (thermidor era un mes del nuevo calendario revolucionario) puso fin a los excesos de Robespierre, que fue condenado a la guillotina tras el verano de 1794. Marat fue asesinado y los nuevos moderados implantaron un Directorio constituido por cinco miembros, cuya función era dirigir la evolución del nuevo orden social por un cauce más moderado. Al amparo de esta última etapa comienza a prosperar una figura angular de la historia de Francia, Napoleón Bonaparte, cuyo ascenso y trayectoria sólo puede explicarse a la luz de la necesidad imperiosa por parte de todas las clases sociales francesas de una situación económica más próspera, imposible si no se acompañaba de la estabilidad política.

- El liberalismo


Las consecuencias de la Revolución francesa se plasmaron en el surgimiento del liberalismo, el movimiento de pensamiento que marcaría la historia del siglo XIX. El liberalismo reconoce la soberanía popular, limita el poder de los monarcas y dirigentes y establece la necesidad de la Constitución para garantizar los derechos fundamentales. La política, con sus sistemas de información, propaganda y prensa y opinión sale al fin a la calle, para dejar de ser un asunto secreto de Estado.